EL BUEN SAMARITANO

La Parábola del Buen Samaritano  relatada en el evangelio según San Lucas, capítulo 10, versículos del 25 al 37. Enseña que cumplir el espíritu de la ley, es mucho más importante que cumplir la letra de la ley. La elección de la figura de un samaritano, considerado un herético para los sectores más ortodoxos de la religión hebrea, sirve para redefinir el concepto de prójimo que se manejaba entonces. Jesús, mediante esta parábola muestra que la fe debe manifestarse a través de las obras, revolucionando el concepto de fe en la vida religiosa judía, entre los cuales resaltaban grupos como el de los fariseos a quienes Jesús en numerosas ocasiones llama hipócritas por su excesivo apego a la letra de la ley y su olvido por cumplir el espíritu de la ley.







La dividimos en diferentes actos: 


La historia


La narración comienza cuando un doctor de la ley le pregunta a Jesús qué se necesita para obtener la vida eterna, con la intención de meterlo en dificultades. Jesús, en respuesta, le pregunta al doctor qué es lo que dice la ley de Moisés al respecto. Cuando el doctor cita la Biblia, y precisamente: "amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la fuerza" (Deuteronomio 6,5) y la ley paralela "amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Levítico 19,18), Jesús dice que ha respondido correctamente y lo invita a comportarse en consecuencia. En ese punto, el doctor le pide a Jesús que explique a qué se refiere el prójimo. Jesús le responde con la siguiente parábola: Un hombre, mientras viajaba de Jerusalén hacia Jericó, fue asaltado, robado y abandonado medio muerto al lado del camino. Un sacerdote lo evita pasando por el otro lado de la acera. De modo similar, un levita lo ignora. Solamente un samaritano inmediatamente lo socorre y lo conduce a una posada cercana para que pudiera restablecerse completamente. Al dueño de la posada le da dos denarios por el servicio. Al término de la parábola, Jesús le pregunta al doctor de la ley cuál de los tres se había comportado como prójimo del hombre robado. Él no responde directamente "el samaritano", pero indirectamente le dice "el que tuvo compasión de él".

Los personajes: El sacerdote y el levita


El sacerdote y el levita son los dos personajes que primero pasan por delante del judío apaleado y lo ignoran siguiendo su camino a Jerusalén. Normalmente pensamos que esa actitud se debía a una pobre compasión y a una indiferencia al dolor, pero el significado va más allá. Es muy probable que ambos clérigos fueran rumbo a Jerusalén a oficiar en el Templo, por su parte la ley establecía que quien tocara un cadáver ensangrentado quedaría impuro hasta la noche y obviamente alguien impuro no podía participar de los rituales religiosos. Es por eso que el simbolismo del sacerdote y el levita no es de impiedad ni de crueldad sino de anteponer formalismos rituales a la misericordia y el perdón. Esta imagen de la balanza entre el espíritu de la ley y la letra de la ley es uno de los pilares de la enseñanza de.






El samaritano

La imagen del samaritano como el piadoso salvador del judío apaleado constituye la figura del concepto de prójimo. Los samaritanos y los judíos eran rivales irreconciliables. Unos a otros se consideraban herejes. Es por eso que la carga emocional de la parábola es mucho mayor. El samaritano olvida su odio e incluso sus prácticas religiosas por la piedad que le inspira ese hombre apaleado.

Enseñanza fundamental

“No es lo mismo conocer el camino que andar el camino”